viernes, 15 de noviembre de 2024

CSI DANA


Antes de ser gran Ejecutivo en una empresa de renovables, mi amigo José Luis trabajó en el mundo aeronáutico.  Le costó sacar la carrera unos años porque en su juventud le gustaban casi más las chicas que la aeronáutica.  Pero una vez centrado es el ingeniero más inteligente y con más capacidad de trabajo que he conocido, siempre caminaba tres preguntas por delante de donde tú estabas; y encima capaz de compaginarlo con una familia y unos hobbies normales.

En lo que estaba, José Luis trabajaba para la compañía aérea más importante de Europa y su trabajo era investigar accidentes e incidentes.  Vivía en Basilea, junto al EuroAirport y tenía que estar disponible las 24 horas del día los 365 días del año.  Un avión de la compañía, para él y su equipo, les llevaba en horas al lugar del siniestro o del percance en cualquier lugar del mundo.  Eran los CSI de los aviones, se podían pasar en el lugar del accidente desde unas horas a unos meses, y sus informes (que extraoficialmente pude ver alguno) era lo más exhaustivo, imparcial, profesional, meticuloso y exacto que un profesional pueda imaginar, informes que no daban lugar a la interpretación, claros y concisos, breves no, evidentemente.

Decía José Luis que esos informes eran la piedra angular de la mejora y evolución de toda la aeronáutica en general y de su compañía en particular.  Sólo en los errores estaba la capacidad de evaluación de los sistemas y posible mejora.  Comentaba siempre que en situaciones normales no se aprende absolutamente nada, que en los accidentes o en situaciones críticas es donde se tensan todos los comportamientos humanos, técnicos y materiales y se puede empezar a comprender dónde están los límites.

Acabo de hablar con José Luis, ya casi jubilado, está en esa etapa de desconexión progresiva de las responsabilidades y dispone de bastante tiempo para pensar.  Me dice que el desastre de la Dana de Valencia es una oportunidad de oro para evaluar y analizar cómo están funcionando las cosas en este país.  Que si fuésemos medianamente serios un equipo experto en catástrofes, neutral, profesional, probablemente de otro país y manteniendo alejados a los políticos y sus palmeros, formarían el auténtico comité de sabios que redactarían un informe “REAL”, (lo pongo en mayúsculas y entrecomillado porque ha repetido la palabra REAL más de 10 veces), de qué ha fallado y qué se debe mejorar.  Insiste en que la única parte positiva de una catástrofe es lo que se puede aprender de ella, sin complejos, poner blanco sobre negro.

Esto fue ayer, hoy en el viaje de regreso me voy poniendo al día de cómo está la situación por Valencia intentado saber qué ha pasado, porqué ha pasado, y si puede volver a pasar. No tengo nada claro, bueno sí, lo que tengo claro es que no se va a investigar, o si se investiga cada partido hará su informe para satisfacer a su público y llegarán a conclusiones diferentes y evidentemente contrapuestas.

Como ciudadano me queda un sabor agridulce con estas desgracias, por un lado sale siempre a relucir la solidaridad de un pueblo con sus semejantes, de los actos heroicos del personal de salvamento que actúan como lo que son, como héroes; pero por otro, además de las víctimas me sabe muy mal que a los políticos y sus adláteres no les importe la verdad, ni la realidad, ni la mejora del Estado; sólo librar su culo y si es posible de paso enmierdárselo al oponente del otro partido.

Acaba de anunciar Mazón la creación de una comisión de investigación, en breve el Gobierno nombrará otra, cada una con sus expertos, tranquilos, todo va según el guión previsto.  Lástima no poder aprender nada de tanta desgracia.

SENIOR RIOJANO.

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