Empezaré por la conclusión: No tiene solución. Es decir, hagas lo que hagas habrá una parte
que saldrá muy perjudicada; ni siquiera buscando la solución menos mala será
aceptada por el resto, estamos todavía en posturas iniciales de órdago. El casco viejo de Logroño se ha convertido en
una guerra de bandas por el control de la calle.
Es fácil emitir juicios de valor sin ser una de las partes
implicadas, como también es fácil hacer de observador/opinador viéndolo desde
la distancia pensando que esta no es mi guerra.
En Logroño todos parecen implicados vivan o no vivan en el Casco Viejo,
unos como afectados, otros por solidaridad con algún colectivo y los más como
medida de agitación política; insisto: guerra de bandas por el control de las
calles.
Que es imposible la convivencia entre bandas está claro, y
que todos tienen intereses y derechos contrapuestos, también. En el Casco Viejo
reina un modelo de negocio que como todo negocio tiene sus daños colaterales
inevitables. Todas las miradas se dirigen a la hostelería y al Ayuntamiento, y
éste último con cierta audacia está intentando no tomar medidas drásticas que
arruinarían el sector, bastaría con ser severo en la aplicación de las normas
de ruido, higiene y horarios para que los famosos turistas de borrachera de fin
de semana dejasen de visitarnos con el perjuicio económico que supondría para
la ciudad, sería perder nuestra, hasta ahora, seña de identidad, la famosa
Calle Laurel, San Juan, Portales, sus vinos, sus tapas y pinchos, y sus
despedidas de soltero. Abandonar el
Casco Viejo como parque temático del cachondeo y convertirlo en una zona
residencial donde todos van en bicicleta, la gente hable bajito y meen en sus
casas es otra opción. En los 70 y
principios de los 80 era una zona residencial donde había de tranquilidad desde
Portales hasta el Ebro, sólo algún bar con luces rojas iluminaba alguna calle.
Entonces, si no hay solución ¿qué hacemos? Yo diría que minimizar las consecuencias, que
la guerra no salga de la zona 0, que el campo de batalla se quede ahí, que no
afecte excesivamente a la política, ni a los grupos ecologistas, ni ciclistas,
ni caminantes, ni borrachos, que la guerra no se extienda por simpatía a otras
bandas ajenas al problema.
Por ejemplo:
1.- Crear una comisión de estudio. Si quieres que algo no se solucione crea una
comisión de estudio con representación de todas las partes implicadas, nunca
falla, se alargan en el tiempo y nunca llegan a un acuerdo de motu propio. Si
les pones ya unas dietas y les das unas tarjetas como representantes de tal o
cual asociación ya lo bordas, la comisión seguiría de por vida y el problema
también.
2.- No hacer nada.
Esta es buena eh?, la gente se obceca en un problema y se olvida de
todos los demás, sirve de cortina de humo para centrar la atención en algo
irresoluble y mientras ir colando por la puerta de atrás asuntos de vital
importancia que de otra manera tendrían un enfrentamiento popular fuerte. Llamada técnica del avestruz, esconder la
cabeza bajo el suelo; lo único malo es que se te queda el culo en pompa y
corres otros peligros.
3.- Referéndum.
Solución moderna y progresista, usar el derecho a decidir. Me gusta
mucho esta opción, es la mejor manera de que se autodestruyan ellos solitos
puesto que todos respetamos a las mayorías excepto si no quieren lo mismo que
yo. Si usas el mapa del Casco Viejo,
permites que se asocien los propietarios de todo lo que esté dentro de las
líneas de ese mapa, dejas que cada grupo haga su proyecto de solución, y
posteriormente que voten cuál es el futuro que quieren para su barrio puede ser
entretenidísimo. Me gusta mucho porque
es una solución quirúrgica y bien vista, si yo fuese el asesor del Alcalde le
aconsejaría esta. Tiene todo que ganar y
nada que perder. Derecho de autodeterminación
por referéndum, lo que diga la mayoría, como el Rey Felipe VI, a mirar, a
firmar lo que la mayoría decida, pegar banderazos y a las fiestas de los barrios
que son muy entretenidas.
4.- Cambiar el modelo de negocio, por las buenas, o por las
malas. Esta es la más lógica si realmente se quiere buscar una solución, pero
la más larga y la más trágica. Requiere
de la precisión de un neurocirujano. Primero pensar objetivamente qué modelo de
Casco Viejo quiero sin tener en cuenta absolutamente a nadie, presentarlo,
buscar adeptos e implantarlo. El sentido
común me dice que han sido muchos años da abusos, de hacer la vista gorda, de dejarse
robar espacio a la calle en detrimento del vecino, del ciclista, del pequeño
comerciante. El sentido común también me
dice que no se puede pasar de 100 a 0 instantáneamente, la deceleración nos
mataría. El objetivo estaría claro,
menos gente en la calle, horarios cerrados compatibles con el descanso, menos
terrazas, menos jaleo; se perdería más de la mitad del negocio pero se ganaría
en calidad de ciudad.
Pero mientras tanto, ahí seguimos atentos a cada declaración
cada vez más subida de tono de todas las partes. La última que he leído es de los Hosteleros
quejándose por competencia desleal en las degustaciones de San Bernabé, no me
digáis que no es de chiste, le dijo la sartén al cazo: “aparta de ahí marranazo”.
Y para acabar dos anécdotas personales:
a/ un par de años viví junto al Café Bretón en un primer
piso, entraba por Bretón de los Herreros y mis ventanas daban a la calle laurel,
que algo de ruido, meadas y tal ya sé.
b/ y la otra es que las últimas visitas que he hecho para
enseñar a extranjeros la calle Laurel y su entorno me han parecido un agobio por
tanta gente, tan apretados, tanto ruido y tanto alboroto; también puede ser que
me esté haciendo viejo y no tengo ya el coño pa’ruidos.
Senior Riojano
No hay comentarios:
Publicar un comentario