- Lo siento, no pude evitarlo, está en mi
naturaleza.
Este es el final y la moraleja de la fábula de la tortuga y
el escorpión.
Tal vez sea esta la explicación de lo que ocurre por estas
tierras, que todo está en el ADN colectivo.
Nuestros silencios siempre explican más claro que las palabras cómo
somos y qué nos mueve como sociedad.
Los ADN más comunes son el de los Pícaros, Bandoleros y
Bufones.
Somos país de Pícaros. Desde el Lazarillo o la Celestina
hasta hoy hemos sentido admiración callada por el pobre diablo que con su
astucia se las va apañando para sobrevivir y escalar. Trabajar en negro,
aparcar en doble fila, falsificar la tarjeta de minusválido, robar Wifi al
vecino, fingir una baja, tener alguna droguilla, comprar al mantero o vivir de
las subvenciones por no madrugar cada día.
Ni nos suena raro ni lo perseguimos, bueno, España es así, todo el mundo
necesita vivir y mientras estas cosas no me afecten directamente a mí o fuertemente
a mi bolsillo pues convivimos con ello, y hacemos la vista gorda.
El siguiente paso de pícaro roza la prevaricación y la
corrupción, es la picaresca de quien está al lado del poder, no es necesario
perfilarlo, de sobra conocemos asesores, políticos y amigos de políticos que
andan por ahí. En cierta forma admiramos
a los Koldos; que una persona en nuestra propia cara pase de portero de
puticlub a robarnos unos milloncejos teniendo luces y taquígrafos tan cerca,
requiere ser un pícaro nivel Dios. Mi cuñada
suele decir que hay dos tipos de Españoles, los que roban y los que no pueden
robar.
Los Bandoleros. Esta
es la tribu que más nos gusta, nos ponen cachondos del todo: los Curro Jiménez
del país, los santos varones que roban a los ricos para repartirlo a los
pobres. Toda la franja política es Bandolera, tal vez cuanto más a la izquierda
miremos los veamos con las patillas más gordas, el trabuco más grande y la navaja
mejor afilada pero todos saquean el bolsillo de los ricos que dependen de una
nómina. El mantra, las muletillas y los métodos, siempre los mismos, da igual
derechas que izquierdas, me recuerda a Police, te cobro “every breath you take”.
Evidentemente el bandolero es bueno pero no es tonto, de
cada partida que roba a los ricos, una parte se reparte entre los necesitados a
bombo y platillo y la otra se divide entre la banda de bandoleros, también
conocidas como partidos políticos o sindicatos.
Hay bandoleros “profesionales” que llevan 20 ó 30 años viviendo a cuerpo
de Rey de los robos perpetrados vía impuestos, unas veces asaltando en caminos
secundarios, otras en golpes de guante blanco, suelen ir cambiando el modus
operandi cada 4 años. A veces pasan
periodos de baja intensidad centrándose en la empresa pública para no exponerse
y se suelen retirar con pagas vitalicias que cobran sin trabajar; tras tantos
años asaltando caminos, valen más por lo que callan que por lo que dicen.
Y por último están los Bufones, conocidos como palmeros,
afiliados o seguidores de los bandoleros.
Son felinos agazapados que están a la que salta. Guardan silencio, todo les parece bien, da
igual si hay putas, cocaína o Consejos de Administración dirigidos por inútiles
de por medio, todo les vale, todo les da igual por hacerse con el fajín la
navaja y el trabuco. Ser bandoleros es
su sueño y harán todo lo que les pidan para escalar en la banda, por el momento,
como en el mus, sólo miran y ofrecen tabaco, están aprendiendo el oficio; y si
todo va bien y pasan las pruebas de sumisión correctamente y cometen varios atracos
mostrando lealtad a la organización, podrán pasar a ser Bandoleros de pleno
derecho con puesto en Plaza, a partir de ahí optarán por ser sólo bandoleros de
guante blanco o compaginar la actividad de bandolero con la de pícaro; porque
ser bandolero-pícaro es lo máximo, es como entrar en el cielo, es llegar a lo
más alto de la escala social que un nacido pobre puede llegar.
Probablemente todos seamos Caín y Abel a la vez, todos
alguna vez hemos sido Pícaros, Bandoleros o Bufones; somos complejos, somos
divertidos.
Buen día.
SENIOR RIOJANO
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