Hoy se hace público que One Rock Capital Partners ha
comprado Constantia Flexibles, ósea, al viejo Tobepal de toda la vida de la
carretera de Burgos que nació de dos amigos hace un siglo. Sobre el papel es una operación más de unos
fondos de inversión que adquieren una empresa, o grupo de empresas, con el
único objetivo de sacar rentabilidad pura y dura en el plazo de tiempo más
corto posible con el cuaderno de cargas fotocopiado de operaciones similares
asegurando la continuidad de todos los puestos de trabajo, prometiendo grandes
inversiones, ampliaciones, mejoras en Seguridad laboral, mantenimiento y
aumento de la cúpula directiva, etc, etc, etc, como siempre dicen “vienen para
aprender y servir a La Rioja” (sic). Lo de siempre, vaya.
Las últimas compras sonadas en La Rioja han sido de
Invespanel por Kingspan, Viamed por Macquarie ya propietario de casi todos los
centros privados Riojanos, Induplast que compró a Petroplast, Grupo Costa se
hizo con la Alegría Riojana, Berlín Packaging a Tapas y Envases, Bondalti a
Aema.
La mayor parte de estas operaciones de compra o adhesión no
salen en prensa pero existe un goteo de pymes que son adquiridas por grupos
importantes o por fondos buitre que particularmente me llaman mucho la
atención. Se ha profesionalizado tanto
las compra/ventas que el propietario del capital no sabe ni dónde ni cómo lo
están invirtiendo y el gestor ni sabe ni quiere saber de empresas reduciendo la
actividad a un Excel con un recuadro de números en negrilla resultado de
Ingresos-Gastos, si el número es negro y grande, bien; si el número es rojo pues
a trocear la tarta y venderla por partes hasta llegar a una suspensión de pagos
que les exima de toda responsabilidad económica.
Dicho esto, me hago un DAFO mental de si este escenario es
bueno o malo y a quién beneficia o perjudica; y en la segunda derivada busco el
porqué. ¿Qué lleva a una pyme en pleno
proceso de ampliación y crecimiento a dejarse comprar, o venderse, a un grande?
El mundo es un no parar de cambios donde sólo sobreviven los
que más rápidamente se adaptan al nuevo entorno, esto es una máxima aplicable a
cualquier ámbito de la vida y principalmente a los negocios. Hace unas décadas las reglas de juego para
crear una empresa, negocio o emprender eran bastante diferentes a las actuales
(ni mejores ni peores, simplemente diferentes), de hecho, era muy habitual que
las personas comenzasen a trabajar en un taller y al poco tiempo, una vez
aprendido el oficio montar su propio negocio; la tendencia era expansiva, un
taller era el origen de muchos talleres; prácticamente cualquiera con los conocimientos
básicos de su profesión, carpintero, mecánico, electricista, fontanero,
caravistero, escayolista, encofrador, carnicero, o cualquier otra; podía montar
sin casi inversión su propio negocio, podía emprender y prosperar. Ese era el ascensor social más común:
aprender un oficio trabajando e independizarse intentando ir ampliando
negocio. Fueron muchos a los que les fue
muy bien, por lo menos en la primera y segunda generación.
Pero llegamos al siglo XXI con su globalización, sus comunicaciones,
sus migraciones, sus guerras, sus políticos con sus políticas, ecología,
normativas, funcionarios y burocracia; mucha burocracia, mucho papel, mucha
gestión, muchos impuestos y mucha duplicidad en las administraciones; entre
otros muchos cambios; esto por lo menos para autónomos y Pymes, las grandes
corporaciones con grandes e importantes inversores y accionistas juegan en otra
liga, en la liga de los que tienen línea directa con el Estado, las
Administraciones y las leyes. Sus obligaciones no son como las tuyas. Pues en este entorno hay que remar.
El hecho es que estamos asistiendo a una involución en la
organización empresarial, ya nadie se hace rico o mejora su nivel y calidad de
vida por emprender o montar su negocio; fijémonos en los datos: 9 de cada 10
negocios cierran en los primeros cinco años de vida, el 90% fracasan,
¿Arriesgarías tu dinero, tu casa y tu tiempo si te dicen que tienes un 90% de
posibilidades de arruinarte de por vida? Respóndete con sinceridad.
Por otra parte los negocios supervivientes de décadas
anteriores están literalmente asfixiados y despistados. Las normas y leyes
cambian constantemente sin tiempo para adaptarse, la carga fiscal es cada vez
mayor y las obligaciones para con todos los sectores no para de crecer. Los bueyes que tiran del carro están
fatigados y su carga es cada vez mayor; sólo desean parar, que alguien les
compre el negocio, coger el dinero e irse bien lejos de este sindiós y que del
carro tire otro tonto. Ser autónomo,
tener un pequeño negocio o emprender, lejos de hacerte ganar dinero te estropea
la salud mientras observas cómo todo el mundo a tu alrededor vive mejor que tú
a tu costa.
Los negocios y las profesiones han dejado de importar a
nadie, han perdido el romanticismo de construir o de fabricar o de tratar tu
negocio y a tus empleados como a parte de la familia. Sólo queda el Excel, las obligaciones
tributarias y el pensamiento generalizado de que eres un rico explotador.
Ante esta situación es más que normal el presente panorama,
el grande cada vez es más grande y deshumanizado y el pequeño o se muere o se
lo comen.
Así que si tienes un negocio y puedes venderlo: “Coge la
pasta y corre”
SENIOR RIOJANO
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