domingo, 22 de octubre de 2023

Pseudónimo

 

Me llega un artículo de una publicación especializada en el mundo laboral que se titula:

“Por qué compartir demasiados detalles de tu vida privada en el trabajo te puede costar el empleo”.

Lo he leído y releído para estar seguro de lo que realmente quiere decir y tras pasar por aquellos años de censura en la dictadura me queda un sentimiento agridulce; esta no es la añorada libertad que deseábamos, esta es una sociedad superexpuesta, hiperconectada y polarizada, todos nos espiamos entre todos para tener munición que usar en el futuro.

Por supuesto que tenemos libertad de decir lo que queramos, pero la otra parte, el resto del mundo, también tiene libertad de utilizar nuestras opiniones o posturas con respecto a cualquier asunto en nuestra contra en cualquier momento.  Entramos en algo más peliagudo que la censura, que es la autocensura, “no hacer o no decir por miedo a:”.

Volviendo al artículo al que hago referencia, aconseja que en el mundo laboral no contemos a nadie nuestra filiación política, nuestras creencias religiosas o detalles de algún lunar de nuestro pasado, indicando con claridad que en cualquier momento puede ser el origen de un despido si no se está alineado con la disciplina de quién toma las decisiones o con la imagen que la empresa o entidad quiere transmitir a la sociedad.

Ojead las noticias que circulan a diario por las redes y medios de comunicación, de cómo se prejuzga y se ponen etiquetas, no ya por lo que eres, sino por lo que tu familia o parientes o amigos dicen que son, fruto de lo visto en redes generalmente; te hacen responsable de lo que tus abuelos o primos hicieron sin que los hayas llegado a conocer.

Puedes ser lo que quieras ser pero en la intimidad, de cara al exterior sólo vale la corrección política, si te sales fuera del rebaño del pensamiento único probablemente tendrás problemas; y la vida no está como para añadir problemas no deseados. Cualquier tweet, whatsapp o comentario, muchas veces hecho en el ámbito de la intimidad, de la broma entre amigos puede hacerte perder el trabajo, la reputación y meterte en un lío no buscado con consecuencias imprevisibles.

Por ello, y llegados a este punto, para expresarse lo más normal son los perfiles bajo pseudónimo, sí, tirar la piedra y esconder la mano que decimos en el pueblo.  Visto fríamente no tienen ningún objetivo concreto ni claro, es una ventana de desahogo personal, bastante eficiente por otra parte, no se consigue nada, no se cambia nada, no lo ve casi nadie, pero nos deja una sensación bastante placentera de haberle dicho al viento lo que sentimos, es como confesarse.

Ya sabemos que no hay nada anónimo para quien quiera buscarte, evidentemente, pero bueno, el primer filtro de la autocensura lo pasas sin problemas.  El Estado, sus aliados y sus enemigos ya tienen un perfil exacto de quién y cómo eres; probablemente sepan de ti más que tu mismo a pesar que tengas pseudónimo.

Distingo entre dos tipos de perfiles “falsos” o bajo pseudónimo:

A/ El que cobardemente lo utiliza para insultar, descalificar, injuriar y espolvorear mentiras partidistas.

B/ El que con respeto expresa sus opiniones o puntos de vista queriendo guardar el anonimato por miedo a las consecuencias negativas que le puedan ocasionar.

Yo considero que soy de los B.  Visto lo visto y vivido lo vivido no tengo ganas de sufrir acoso por lo que yo piense, ni de que mi vida laboral y familiar se pueda ver salpicada como consecuencia de opiniones que puedan no gustar a cierta parte de la población.  Me molesta mucho cuando expreso una opinión respetuosa, por supuesto, y enseguida alguien te pide que te identifiques; es como decirme que lo dicho es cierto o incierto, o pesa más o menos, dependiendo de quien lo firme; me resulta contrario al sentido común.  Si una opinión está expresada con corrección, el lector deberá tener la suficiente autonomía moral para pensar si esa opinión es correcta o no; ahora bien, aplaudir o criticar una idea dependiendo de quién la lance me indica el bajo nivel de comprensión que tiene y el alto nivel de radicalización alcanzado.  Me suele pasar con los palmeros que cada partido tiene en las redes, son incapaces de debatir, de aportar, de matizar un punto de vista; están tan atrincherados que se olvidan del mensaje y sólo hacen de altavoces de sus líderes, han perdido el alma, no son nada, sólo voceros, no merece la pena ni debatir con personajes así, ni desde una cuenta con pseudónimo ni con nombre y apellidos, están tan ciegos que son como zombies sin cerebro.

Este asunto que nos tomamos tan a la ligera, que es la autocensura, creo que está perjudicando seriamente a la sociedad, sólo se expone el inconsciente, el que no tiene nada que perder y generalmente nada positivo que aportar; el brillante se parapetará en la trinchera del silencio y la indefinición velando por su profesión y familia.

Mucho se ha escrito sobre la autocensura y nada nuevo añado en estas líneas, sólo quería compartir la idea de que en la censura sólo había un censor, El Estado; 45 años después es censor cualquier asociación de cualquier tipo de cualquier tamaño que una mañana se levantan y deciden denunciarte y acosarte porque se han sentido ofendidos.

En fin, nada nuevo bajo el Sol.

SENIOR RIOJANO

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