Me llega un artículo de una publicación especializada en el
mundo laboral que se titula:
“Por qué compartir demasiados detalles de tu vida privada en
el trabajo te puede costar el empleo”.
Lo he leído y releído para estar seguro de lo que realmente
quiere decir y tras pasar por aquellos años de censura en la dictadura me queda
un sentimiento agridulce; esta no es la añorada libertad que deseábamos, esta
es una sociedad superexpuesta, hiperconectada y polarizada, todos nos espiamos
entre todos para tener munición que usar en el futuro.
Por supuesto que tenemos libertad de decir lo que queramos,
pero la otra parte, el resto del mundo, también tiene libertad de utilizar nuestras
opiniones o posturas con respecto a cualquier asunto en nuestra contra en
cualquier momento. Entramos en algo más peliagudo
que la censura, que es la autocensura, “no hacer o no decir por miedo a:”.
Volviendo al artículo al que hago referencia, aconseja que
en el mundo laboral no contemos a nadie nuestra filiación política, nuestras
creencias religiosas o detalles de algún lunar de nuestro pasado, indicando con
claridad que en cualquier momento puede ser el origen de un despido si no se
está alineado con la disciplina de quién toma las decisiones o con la imagen
que la empresa o entidad quiere transmitir a la sociedad.
Ojead las noticias que circulan a diario por las redes y medios
de comunicación, de cómo se prejuzga y se ponen etiquetas, no ya por lo que
eres, sino por lo que tu familia o parientes o amigos dicen que son, fruto de
lo visto en redes generalmente; te hacen responsable de lo que tus abuelos o
primos hicieron sin que los hayas llegado a conocer.
Puedes ser lo que quieras ser pero en la intimidad, de cara
al exterior sólo vale la corrección política, si te sales fuera del rebaño del
pensamiento único probablemente tendrás problemas; y la vida no está como para
añadir problemas no deseados. Cualquier tweet, whatsapp o comentario, muchas
veces hecho en el ámbito de la intimidad, de la broma entre amigos puede hacerte
perder el trabajo, la reputación y meterte en un lío no buscado con
consecuencias imprevisibles.
Por ello, y llegados a este punto, para expresarse lo más
normal son los perfiles bajo pseudónimo, sí, tirar la piedra y esconder la mano
que decimos en el pueblo. Visto fríamente
no tienen ningún objetivo concreto ni claro, es una ventana de desahogo
personal, bastante eficiente por otra parte, no se consigue nada, no se cambia
nada, no lo ve casi nadie, pero nos deja una sensación bastante placentera de
haberle dicho al viento lo que sentimos, es como confesarse.
Ya sabemos que no hay nada anónimo para quien quiera
buscarte, evidentemente, pero bueno, el primer filtro de la autocensura lo
pasas sin problemas. El Estado, sus
aliados y sus enemigos ya tienen un perfil exacto de quién y cómo eres;
probablemente sepan de ti más que tu mismo a pesar que tengas pseudónimo.
Distingo entre dos tipos de perfiles “falsos” o bajo pseudónimo:
A/ El que cobardemente lo utiliza para insultar, descalificar,
injuriar y espolvorear mentiras partidistas.
B/ El que con respeto expresa sus opiniones o puntos de
vista queriendo guardar el anonimato por miedo a las consecuencias negativas
que le puedan ocasionar.
Yo considero que soy de los B. Visto lo visto y vivido lo vivido no tengo
ganas de sufrir acoso por lo que yo piense, ni de que mi vida laboral y
familiar se pueda ver salpicada como consecuencia de opiniones que puedan no
gustar a cierta parte de la población. Me
molesta mucho cuando expreso una opinión respetuosa, por supuesto, y enseguida alguien
te pide que te identifiques; es como decirme que lo dicho es cierto o incierto,
o pesa más o menos, dependiendo de quien lo firme; me resulta contrario al
sentido común. Si una opinión está
expresada con corrección, el lector deberá tener la suficiente autonomía moral
para pensar si esa opinión es correcta o no; ahora bien, aplaudir o criticar
una idea dependiendo de quién la lance me indica el bajo nivel de comprensión que
tiene y el alto nivel de radicalización alcanzado. Me suele pasar con los palmeros que cada
partido tiene en las redes, son incapaces de debatir, de aportar, de matizar un
punto de vista; están tan atrincherados que se olvidan del mensaje y sólo hacen
de altavoces de sus líderes, han perdido el alma, no son nada, sólo voceros, no
merece la pena ni debatir con personajes así, ni desde una cuenta con
pseudónimo ni con nombre y apellidos, están tan ciegos que son como zombies sin
cerebro.
Este asunto que nos tomamos tan a la ligera, que es la
autocensura, creo que está perjudicando seriamente a la sociedad, sólo se
expone el inconsciente, el que no tiene nada que perder y generalmente nada positivo
que aportar; el brillante se parapetará en la trinchera del silencio y la
indefinición velando por su profesión y familia.
Mucho se ha escrito sobre la autocensura y nada nuevo añado en
estas líneas, sólo quería compartir la idea de que en la censura sólo había un
censor, El Estado; 45 años después es censor cualquier asociación de cualquier
tipo de cualquier tamaño que una mañana se levantan y deciden denunciarte y
acosarte porque se han sentido ofendidos.
En fin, nada nuevo bajo el Sol.
SENIOR RIOJANO
No hay comentarios:
Publicar un comentario