Estamos de campaña. La que podía ser la profesión más noble del mundo se ha convertido en un reality show de promesas irrealizables que bien se podía titular: ¡Y yo más! Los distintos candidatos y por ende sus partidos, que o bien los apoyan o bien los han elegido a dedo, no paran de lanzar promesas no sé si al aire, a los ciudadanos, o a sus fieles.
Me pregunto, seguramente desde la ignorancia, ¿a quién van
dedicados los discursos electorales? Ya nadie se cree nada de una clase
política caída en el descrédito, su público se reduce a los fanáticos que
acuden para ser vistos aplaudir con las orejas y a ver si con un poco de suerte
viven de la política; al ciudadano normal, al que piensa por sí mismo, tiene
ojos y decisión propia me parece que le da exactamente igual.
Tras muchas campañas con su correspondiente inevitable precampaña
y tras muchos desengaños asisto con desánimo y desgana a una más. Pero en La
Rioja me está resultando curiosa la escalada de promesas copiadas entre ellos
mismos; si una va a bajar los impuestos, el otro más; si va a ver a los
emigrantes y les promete cosas, el otro más; si va a contratar médicos, el otro
más; si otro va a hacer una ley mental, el uno más; y así cada día, y yo más, y
yo más y yo más.
Desde los 800.000 puestos de trabajo con la OTAN bien lejos,
a no pactar con terroristas ni independentistas, pasando por el AVE a la Rioja
o la liberalización de la AP-68, ya sabemos todos de qué va todo esto. La primera vez que te engañan la culpa es del
otro, la segunda es tuya por creerle.
Meditaba hace un rato y el mejor símil que encuentro para
toda esta fiesta es la de los manteros que venían por el pueblo antes de que existiese
una ley que regula (y grava) la venta
ambulante. Principalmente en verano
aparecían no se sabía muy bien de dónde en los actos de mayor concurrencia,
todos vendían lo mismo, tabaco de contrabando, imitaciones de marca, radiocasettes
robados, copias piratas de discos, preservativos de sabores, algo de hachís y
si necesitabas “cualquier cosa” por un módico precio te lo podían conseguir; la
contraseña para dirigirte a ellos era “oye paisa” a lo que respondían “barato
barato”. Profesionales del negocio, habían
venido juntos, vendían lo mismo, estaban en el mismo lugar, por lo que las posibilidades
de venta eran las mismas, pero les descubrí la táctica que usaban, que era
siempre la misma y la tenían pactada entre ellos:
Si estabas interesado en un reloj y el primero te pedía 2.000
pesetas, el segundo tras regatearle te lo dejaba en 1.800 y el tercero tras hacerte
creer que eras muy bueno regateando y escuchando que ya lo habías conseguido a
1.800 te lo dejaba en 1.500. Los precios
los tenían amañados, te dejaban hacerte la ilusión que estabas comprando una
ganga pensando que habías hecho un buen negocio sin que supieses que posteriormente
se repartían las ganancias pues todo había sido un teatrillo. La mayor parte de las veces el reloj no
funcionaba, se paraba a los pocos días o se comenzaba a desintegrar a
piezas. Para las siguientes fiestas
volvían y si le decías algo del reloj la respuesta era que no había sido él,
que todos los negros se parecen mucho.
Pues esto mismo me parece esta campaña, un mercado de
manteros, ofreciendo más y más, haciéndote creer que eres muy bueno votando y
al año que viene cuando comprobemos que no hay nada de lo prometido nos dirán que
da igual, que todos se parecen mucho.
Senior Riojano.
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