Todos tenemos un lugar emblemático en el que fuimos felices
y al que siempre que podemos regresamos.
La Biblioteca de La Rioja es el mío.
En mi casa lo más próximo a un libro que había eran las 4 ó 5
novelas de Marcial Lafuente Estefanía que mi abuelo leía y releía
constantemente, al colegio acudía los días que podía en el pueblo de al lado
compartiendo aula y profesor simultáneamente los niños de tres cursos diferente,
cuando explicaba para los niños de otro curso tú podías hacer otras cosas, … o
no hacer nada.
Difícil explicar con palabras el sentimiento de un pobre
aldeano de 15 años cuando llega a Logroño y entra por primera vez a la Biblioteca.
Ahí surgió mi romance con la BLR que todavía dura. Primero en Sagasta y posteriormente en La Merced
la he visto evolucionar hasta lo que es hoy en día. El 90% del tiempo de estudio del antiguo BUP
y COU lo pasé allí; y en la época universitaria cuando regresaba también
acudía, muchas veces por obligación, otras muchísimas por devoción; las horas
que ahora pasamos en Google yo las pasaba entre los libros de la biblioteca,
siempre había algo nuevo que aprender, que leer, que ver; me apasionaba contemplar
los cuadros de los pintores clásicos españoles en aquellos volúmenes grandes a
todo color, o los Atlas del Mundo planeando viajes a lo largo y ancho de Europa.
Era mi ventana al mundo.
A lo largo de los años, en mis idas y venidas posteriores a
la Capital, en cada regreso me paso por la Biblioteca, suelo estar como un par
de horas husmeando por las estanterías, tomo algún volumen con muchas fotos, me
siento, lo ojeo, salgo, tomo una caña en el Iturza (ya no) como hacía siempre, ahora
tomo café en el de enfrente, ese de estilo Victoriano tan cuqui y que tanto me
gusta. Tengo mi carnet actualizado y si la estancia va a ser de un par de
semanas pues incluso me llevo algo para leer en papel para casa. Pasear, oler a
papel, leer algo, son cosas que me hacen sentir bien.
Si no hubiese sido por el catalizador de la Biblioteca, tal
vez seguiría alimentando terneros o recogiendo almendrucos, no hubiese tenido
las herramientas para dar el salto de la aldea al corazón de Europa.
¿Y porqué esta confesión de cuál es mi lugar emblemático de
Logroño? Porque estoy entre dolido y desencantado con la absurda batalla del
nombre de la Biblioteca de La Rioja.
Decía un cura amigo mío que “un jersey tiene que abrigar, si
además es bonito, mejor”.
Presidente del Gobierno, Ministro de Cultura, expresidenta de
la Rioja, Sindicatos y particulares claman contra el cambio/anulación de nombre
de Biblioteca Almudena Grandes por otro o por ninguno, no lo sé, ni me importa.
Hemos perdido el norte, la claridad y el sentido común; no
he oído o leído a nadie hablar de la programación de la Biblioteca, de si funciona
correctamente como epicentro de la cultura, si la usa mucha gente, si es
rentable, si es necesaria, si cumple con sus objetivos; nada, a nadie le
importa una mierda para qué sirve una biblioteca, pero usan su nombre como arma
política.
Me dan una imagen de simpleza, de bajeza cultural, de
amoralidad, de perder el tiempo en lo más innecesario que se puede perder, de
poner el foco en asuntos insustanciales y dejar pasar de largo los grandes
problemas; siento entre pena y asco.
¿No se dan cuenta que es una auténtica chorrada lo del nombre?
¿Yo hubiese estudiado más si se hubiese llamado de una u otra manera? ¿Es tan
importante el color de la fachada?
Particularmente me da exactamente igual el nombre que tenga la Biblioteca de La Rioja, sólo deseo que sea el epicentro de la cultura y que tenga una programación intensa aprovechando todos los recursos humanos y materiales disponibles. A los gobernantes se les ha estropeado la brújula, ven problemas donde no los hay, y viceversa. Y sus votantes, como perritos falderos les siguen no saben muy bien hacia dónde.
SENIOR RIOJANO
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