domingo, 21 de marzo de 2021

Pan y Circo

 

“Deberíamos medir el éxito del Estado de Bienestar en función de cuántas personas abandonan los programas de asistencia social, no en función de cuántas se incorporan a ellos”. Lo dijo Ronald Reagan como Presidente de EEUU, no como actor.

Me repatea cada vez que públicamente los políticos alardean de todas las ayudas y subvenciones que dan, vanagloriándose de que cada vez son mayores en número.  Lo que para ellos es un logro bajo mi punto de vista es el reflejo del mayor de los fracasos en cuanto a gestión y gobernanza de un país. Quiere decir que cada vez más gente en plenitud de facultades no ha encontrado un medio digno de ganarse la vida.  Seamos realistas, no dan nada que antes no le hayan quitado a otro, endeudan a las generaciones venideras, no generan valor, simplemente reparten lo que pueden quitarte. Por supuesto que nadie se debe quedar atrás en una sociedad civilizada, pero la subvención no es la solución; tal vez más facilidades para crear empresas, no ahogar a los autónomos, inversiones en I+D, en tecnología, en agricultura, en sectores que generan valor y poder ofrecer a los ciudadanos un trabajo debidamente remunerado no limosna.  A nadie nos gusta la limosna, la limosna te hunde moralmente, todos queremos ganarnos lo que cobramos, y si acostumbras a alguien a vivir de la limosna difícilmente lo podrás recuperar como persona. Aquí quedaría bien lo de dar un pez o enseñar a pescar.

Nos venden un Estado de Bienestar, feminista, ecológico, progresista y no sé cuantas palabras bonitas más pero la cruda realidad es que el 40% de los menores de 30 años están en paro, tenemos la mayor deuda de la historia (¿os acordáis de eso de vivir por encima de nuestras posibilidades?), la mayor reducción del PIB de Europa, y sin embargo sacan pecho diciendo que se está realizando la mayor inversión de la historia con estos presupuestos.  Sólo están obviando que es a base de deuda y que lamentablemente las deudas hay que pagarlas, y lo de que la pagarán los ricos no se lo creen ni ellos, por supuesto.

Hasta hace pocos años a la clase política sólo se le conocía por sus discursos o libros que escribían pero difícilmente sabíamos dónde vivían, a qué se dedicaban sus familias o el colegio de sus hijos. La globalización, los medios de comunicación y principalmente internet han cambiado el tablero de juego, ya es casi imposible que un personaje público tenga vida privada, sabemos de dónde vienen y a dónde van. Si miramos la política sin pasión, sin colores, sólo observando cómo viven, todos, absolutamente todos, tienen varios denominadores en común: les gustan las buenas casas, los coches oficiales, los escoltas, los colegios privados preferiblemente en el extranjero, colocan a dedo a sus amigos, parejas, exparejas y colegas de partido, amantes de las mariscadas a costa de otros y generalmente no han creado un puesto de trabajo o trabajado en una empresa en su vida; como decía el ya difunto Quique San Francisco, éstos no han estado en el frente en su vida, siempre en retaguardia.

Analizad su comportamiento político/personal desde que estalló la pandemia. ¿en qué les ha afectado? Por contra, tenemos la mayor, más cara e inútil estructura política de la historia.  Si no fuese tan grave, las situaciones políticas vividas durante esta pandemia darían para una serie cómica de TV, hemos vivido situaciones rocambolescas, el Congreso convertido en un circo esperando ver quién hace la mayor payasada.  Lo siento, no es serio, quiero gobernantes, no pandilleros; la política no son “zascas” para ser jaleado por tus acólitos mientras el pueblo se muere y pasa necesidad. Que la muerte digna está muy bien, pero casi mejor tener una vida digna primero.

Y lo mejor de todo es que no han caído del cielo, que los hemos puesto nosotros.

Senior Riojano

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