miércoles, 21 de junio de 2017

La dictadura de la libertad


En el último par de años he vuelto a contactar con viejos amigos, conocidos y compañeros del colegio, o del servicio militar o camaradas de juergas que hacía la friolera de 30 ó 40 años que no compartíamos un rato.  Las redes sociales con virtudes y defectos tienen la ventaja de poder contactar prácticamente con casi todo el mundo.
Alegría inmensa la sentida al ver a mis amigos de infancia, tras mirarnos a los ojos y reírnos de las calvicies y barrigas que portamos es como si no hubiese pasado el tiempo, todo fluye como lo hacía entonces, no existen silencios incómodos; desde el primer momento te das cuenta que sólo hemos cambiado por fuera, en el aspecto físico, por dentro seguimos siendo y nos seguimos comportando exactamente como lo hacíamos.
El listo sigue siendo listo, el que se hartaba de cubatas lo sigue haciendo, el facha sigue siendo facha, el gay era y es, el conquistador igual; y lo mejor es que charlamos y opinamos sin careta, sin temor a ser juzgados y admitidos pues esa fase ya la pasamos hace muchos años y si estamos juntos es porque nos queremos y respetamos con nuestras diferencias, da igual el dinero, las amantes, o los éxitos cosechados, nos queremos por lo que fuimos y lo que somos muy por encima de lo que poseamos.
Dada la edad todos somos hijos de la dictadura, crecimos en una sociedad religiosa, falangista, taurina, madridista, coplera, xenófoba, machista, racista y asexual. Podías pensar o sentir de otra manera pero mucho ojo con hacerlo público, opinar en contra de la línea del Régimen te podía costar algún que otro disgusto.  Nos acostumbramos a vivir públicamente así y escondernos para discrepar o hacer lo que no se debía hacer.
Siglo XXI, lo políticamente correcto se ha apoderado de la calle, ahora somos ateos, liberales moderados de centro, antitaurinos, cinéfilos, igualitarios de género, adaptados al lenguaje no sexista, con perrito, veganos, multiparejas, integristas, independentistas, hablamos dialectos y todo lo decidimos votando, se respeta a la mayoría si la mayoría piensa como yo.
La dictadura reprimió por la fuerza y ahora nos reprime la propia libertad, la libertad que permite que cualquier opinión discordante con el pensamiento de otro grupo pueda lincharte públicamente en redes sociales, en la calle, en el colegio, en el trabajo o en un bar.  Es difícil, sino imposible, hacer un chiste sin ofender a alguien, tenemos tantos complejos que algún colectivo siempre se da por dolido y pone el grito en el cielo.  Haced la prueba, colgad en vuestro muro cualquier opinión política, o taurina o futbolística o que huela a desigualdad de género.
El hecho es que las opiniones razonadas sobre cualquier asunto pocas veces se hacen públicas por temor a no ser aprobados públicamente.  Mendigamos likes, decimos aceptar cualquier creencia con tal de ser integrados dentro de la manada de borregos, de la manada que más grita y apalea a los que no piensan como ellos.  Al igual que en la dictadura la censura nos aprobaba las actitudes, actualmente lo políticamente correcto invade nuestra vida social.  Tememos expresar verdaderas opiniones por no ponernos en el punto de mira de los que se entretienen linchando opiniones resumidas en menos de 140 caracteres, incapaces de razonar textos un poco más largos.
La realidad es bien distinta, todos somos muy correctos, pero la violencia machista no acaba, ni el bulling, no acogemos refugiados, no tenemos yernos de otro color, Sálvame de T5 sigue siendo el canal más visto, la mujer gana menos dinero por ser mujer, se siguen editando vídeos porno, sigue la droga, la multipareja es bonito con la mujer de otro (no con la mía), el PP sigue ganando, tenemos feria de Abril y San Isidro, no desaparece la corrupción, y lo de ser gay queda muy bien para presentador en TV, la vida en la calle sigue siendo muy dura para ell@s.
Como decía al comienzo del post, mis amigos de infancia sólo han cambiado por fuera pues seguimos siendo los mismos; también la sociedad sólo ha cambiado por fuera, con dictadura o con libertad seguimos siendo los mismos falsos ruines que mendigamos la aprobación social.
Senior Riojano

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