Se agrupan en bandas organizadas y al estilo Manuel
Fraga todos gritan: “La calle es mía”.
Está la banda de los bicicleteros con sus slóganes
molones y su particular descubrimiento de la bici en el siglo XXI, los
viandantes orgullosos de caminar con una florecilla entre los labios, los
repartidores y taxistas reclamando vías motorizadas para llegar hasta cada
portal, aparcar en doble fila unos minutos y salir pitando; los implacables conductores
de coches que exigen poder desplazarse a razón de una persona por vehículo y
aparcarlo donde les plazca; los papás redistribuyendo hijos por varios lugares,
los turistas buscando itinerarios, los hosteleros reclamando más y más sitio
para sus terrazas, los de las despedidas que se quieren emborrachar sin ser
atropellados, los vecinos que quieren cerrar bares y calles prontito porque
ellos viven ahí, policía, bomberos, ambulancias necesitan poder entrar
rápidamente en todos los sitios sin obstáculos.
Cada loco con su tema.
Si escuchas a cada colectivo por separado, todos
llevan razón, y cuando todos llevan razón es el principio del caos. Es imposible satisfacer a todos, y todos lo
saben pero ninguno cede en sus posturas, por el contrario cada vez se radicalizan
más y comienzan a increpar al resto de grupos, la tormenta perfecta, el todos
contra todos.
Lo que me resulta curioso es que en un momento u otro
del día o de la semana todos pertenecemos a todos los colectivos. Es decir, yo mismo puedo ir a trabajar por la
mañana en coche, salir a comer en bici, llevar unos paquetes a mis primos a la
vuelta de trabajar, dar un paseo con mi señora por la tarde, correr un poco y
por la noche salir en patinete a tomar algo en una terraza con música antes de ir
a dormir a las 22:00. En un solo día he
sido de todos los colectivos, ¿cuál tiene preferencia sobre los demás? ¿depende
de la hora, o de las personas, o de donde viva yo? Mala solución.
Ahora ponte en el pellejo del gobernante (me da igual
Pablo que Conrado, Conrado que Pablo), te sientas, escuchas a todos, contrastas
con profesionales, lo compartes con tu equipo, comparas con otras ciudades, …. y
tienes que tomar una decisión; pues querido lector, tú lo tendrás muy claro,
pero yo sería incapaz de darle gusto a todos, todos los días a todas las horas,
yo no se hacer magia y creo que Conrado o Pablo, tampoco.
Si al dos no se entienden porque uno no quiere le
añadimos varias variables más y además radicalizadas, buscar puntos de
encuentro se me antoja harto complicado.
Nadie es propietario ni usufructuario del espacio público en exclusiva,
pero todos tenemos derecho a su uso y disfrute.
Dependiendo del momento me atrinchero en una postura hasta que me
apetezca cambiarla.
Yo, lo tengo claro, no existe solución que satisfaga a
todos y la solución menos mala pasa por ceder cada uno en sus posturas, que a
día de hoy y con tantas elecciones de por medio nadie está por la labor de dar
la más mínima razón al otro no sea que favorezca a no sé qué partido. Así que por el momento sólo nos queda:
“Respetar a los demás como yo deseo ser respetado”
¿Complicado, verdad?
SENIOR RIOJANO
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