Este país no es de fiar. ¿Qué podemos esperar de las cabezas de mi generación si nos han ido constantemente cambiando leyes, costumbres y normas para convivir?
En la infancia es cuando se asientan los principios básicos
que regirán tu vida, esas reglas a veces no escritas que todos aceptamos y
acatamos sabiendo que de esa forma seremos aceptados por la Sociedad y nos
dejarán formar parte de ella.
En mi infancia me obligaban a cantar el Cara al Sol en el
colegio, ahora aunque quisiese no puedo, está prohibido. La masturbación te dejaba ciego, ahora
tenemos guías de “autoexploración” que a más de un adulto nos vendrían muy
bien. El gran mito de la virginidad hasta
el matrimonio, si perdías tu virginidad ya nadie te podía querer. El aborto era un asesinato, ahora es casi una
obligación. La homosexualidad era un delito y había que combatirlo, hoy es
imprescindible si te quieres dedicar a la TV. El Comunismo era el principio de
todos los males. El Caudillo fue puesto a gobernarnos por la gracia de Dios igual
que a los Reyes de Francia; Caudillo que por cierto murió plácidamente en su
cama y fue enterrado con funerales de Estado; de los que ahora tanto insisten
que lucharon incansablemente contra él por restituir el orden democrático y traer
la democracia, de esos, no vi a ninguno hasta pasados muchos años tras su
muerte y ver que se podía participar de la vida política sin riesgo para la
salud.
Más tarde, en la transición descubrimos lo que parece que
erróneamente pensábamos era la libertad.
Todos nos interesamos y fuimos partícipes de esa época de apertura hacia
las drogas, la música y los libros que hasta hacía poco estaban prohibidos. Asistimos a todos los mítines que pudimos
dando igual su color político, sólo queríamos aprender y conocer todos las propuestas
porque nuestro voto era el acto más grande y que con más responsabilidad un
ciudadano debe ejercer, no se podía desaprovechar.

Todas esas convicciones con las que crecimos, ahora, en
nuestra edad adulta han saltado por los aires, el péndulo está en el lado
opuesto, no sé si todavía alejándose o ya está de vuelta a la posición que
conocimos.
A los que estamos próximos a la jubilación, la sensación que
nos queda no es de evolución, ni de revolución, ni de cambio, ni siquiera de extrañeza;
lo que nos queda es el sabor de boca de que nos han tomado el pelo, la
Sociedad, el Mundo, la Iglesia y los sinvergüenzas; se han reído y se ríen de
nosotros.
Ni era cierto lo que nos inculcaron de niños, ni son ciertas
ni acertadas las nuevas leyes que nos quieren imponer con calzador como normas
de convivencia y civismo. Pues
parafraseando a la Iglesia yo diría que todas las leyes, pasadas, presentes o
futuras se resumen en dos:
1.- Vive y deja vivir.
2.- Mis leyes me las hago yo.
Y como diría el Juez Dredd: Yo soy la Ley.
Senior Riojano